— Pero ¿qué hemos de hacer? Puesto que es ya tarde para volver al pasado, pidamos a Dios para nosotros la paciencia y el reposo. Mañana dormiré para siempre. Adiós, amigo mío.
Yo sofocaba mis gemidos. Le estreché en mis brazos y le dije tartamudeando: — Usted merecía vivir y ser grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario